Hay películas que buscan conmover a través del subtexto. Las que esperan que escudriñemos y podamos encontrar algo más que lo que se ve a simple vista. Hay otras que, lejos de eso, nos ofrecen sólo lo que vemos, sin analogías o metáforas. Pura y simple imagen.
Londres Bajo Fuego pertenece a esta última categoría. Siendo una secuela de “Olympus Has Fallen”, película del 2013, esta nueva entrega nos trae de vuelta a Gerard Butler (300, RockNRolla, Gamer) en el rol de Mike Bannings, un rudo miembro del equipo de seguridad del Presidente de Estados Unidos, el que es encarnado por Aaron Eckhart (The Dark Knight, Thank you for Smoking, Erased). Cuando iniciamos el recorrido Mike tiene una disyuntiva dada por su próxima paternidad, por lo que está pensando en renunciar a su trabajo, pero la sorpresiva muerte del primer ministro Inglés lo obliga a ir en esta misión, que según se desprende, puede ser la última.
Como toda buena película de acción gringa, basta con juntar a todos los líderes mundiales en un solo lugar para que aparezca una amenaza terrorista del enemigo de turno (en estos días, medio oriente es el responsable) y ésta no es la excepción. Aquí, Bannings tendrá que hacer todo lo que está a su alcance para salvar al presidente a su cargo, aunque ello incluya enfrentarse a la muerte. De forma remota, cuenta con el apoyo del Vicepresidente, interpretado por Morgan Freeman (Dios) quien opera como la voz de la cordura y la sabiduría entre bombas, balazos, explosiones y puentes que se caen.
Londres Bajo Fuego cuenta con absolutamente todos los estereotipos que son posibles de encontrar en una película de este género, y por lo tanto tiene cero riesgos. Una vez que conocemos a los personajes, sabemos con exactitud quien va a morir y quien no, quien será el héroe y cómo se va a desarrollar la trama. Los diálogos son los mismos que podemos encontrar en todas las películas de acción que se han visto y nada llama particularmente la atención. Las imágenes de destrucción de Londres, mostrando como caen sus construcciones más emblemáticas no logran entusiasmar, en buena parte porque siempre disfrutaremos más ver a la Casa Blanca bombardeada antes que a la Abadía de Westminster. Los ingleses nos dieron a David Bowie; los gringos a Britney Spears, no hay por donde perderse. Esta imagen, que debería ser el punto de espectacularidad de la película, se pierde por un uso más bien discreto del CGI y no nos deja todo lo “on fire” que podríamos quedar para el resto del filme.
Con todo, hay dos cosas que rescatar. Pese a lo mencionado anteriormente, la película es entretenida y no cae en el cliché básico de Estados Unidos salvando a toda la galaxia. Enfrentando a los malos, claro que sí, pero no se pasa de revoluciones. Por otro lado, que Londres Bajo Fuego dure menos de dos horas es verdaderamente un agrado, en tiempos en que se recurre al alargue innecesario para completar los 120 minutos. El guión, sin ser brillante, no cae en ridiculeces y pasa justo todo lo que tiene que pasar, por lo que el sabor final es el de haber visto una filme que cumplió completamente.
Por Alepin