Primero que todo: vayan a ver esta película, se van a reír harto y la van a pasar bien. Está llena de chistes, cameos, sorpresas, imágenes sorprendentes, buenas actuaciones (Jackman y Reynolds se lucen). Y aunque es un desorden y hay algunas partes mejores que otras, esta película cumple todo lo que promete. No se dejen influenciar por este viejo rancio. Básicamente, soy el meme de Danny Glover en Arma Mortal: “I’m too old for this shit.”

Me gustan las películas porque tienen personajes entretenidos e historias interesantes. Eso es lo que me gusta de Deadpool (2016): es una película que irrumpió en escena en medio del reinado Disney/Marvel siendo original, disruptiva, ofensiva pero con algo que decir. Técnicamente, no sigue la estructura típica del género y se escapa de la clasificación parental que se espera de un personaje de Marvel. La película es igual de rebelde que su protagonista: se niegan rotundamente a encasillarse en el mismo lugar que el resto de los superhéroes del cine. Al revisarla hace un par de días, me recordó más a un capítulo de The Boys que a una producción de Kevin Feige.

Lo triste es que, desde entonces, el deseo más grande de Deadpool ha sido dejar de ser el rebelde y el paria de la clase para ser aceptado y abrazado por los chicos más populares y convencionales de la secundaria. A diferencia de su predecesora, Deadpool 2 (2018) no es una comedia de personajes, sino una película de superhéroes protagonizada por Deadpool: hay villanos más grandes, tramas más convulsionadas y finales más espectaculares. A pesar de ser otra película de superhéroes, nuestro protagonista logra ser el mismo bocazas rebelde que es hasta capaz de decir chistes pedófilos frente a un niño.

Pero no me vas a venir a faltar el respeto en la Casa del Ratón.

SPOILER ADELANTE: Entre los primeros 20 minutos de película, Deadpool nos deja explícitamente claro que en esta película no veremos a nadie consumiendo cocaína por expresa orden de Feige, pero durante la película hay muchos chistes respecto a la prohibición impuesta. Más que un Deadpool rebelde, este me parece un Deadpool negociante. Un Deadpool que tuvo que bajar el tono para encajar en el MCU, pero solo lo suficiente para que nadie se dé cuenta de que ahora nuestro Deadpool no es más que otra propiedad intelectual de Disney.

No hay sexo, no hay drogas ni rock and roll. Hay alusiones a todo eso, pero no lo vemos nunca explícitamente en cámara como en las películas anteriores. La ultraviolencia está editada y reducida. La clasificación R es por el lenguaje y porque Wolverine sale tomando. Ni siquiera lo vemos fumando su clásico cigarro.

Esta no es una película de Deadpool. Es una película del MCU. En una franquicia donde la trama es solo una excusa para el humor y la irreverencia, en esta tercera parte, tenemos que aguantar treinta minutos de explicaciones para situar a Deadpool en el multiverso Marvel y realmente todas esas escenas son el punto más bajo de toda la trilogía. En contraste, la mitad de la película es Deadpool y Wolverine reclutando amigos para que hagan cameos y cuenten chistes ¡y es la mejor parte! ¡Es a lo que vinimos! Luego, cuando hay que terminar todo y volvemos a la parte “multiverso”, la película se pone tan aburrida que literalmente, el mismo Deadpool tiene que mirar a la cámara y pedirle al público que aguante un poco más, que ya queda poco.

Gracias por el aviso, Deadpool.