Guillermo del Toro nos tiene acostumbrados a historias muy reales contadas con seres fantásticos, viviendo situaciones extraordinarias. La Forma de Agua, su última entrega, es exactamente eso. Dos seres aparentemente muy diferentes que se encuentran, descubren que todo los une y viven una aventura en forma de cuento de hadas, con todos los ingredientes que una buena película fantástica debe tener.
La Forma del Agua cuenta la historia de Elisa, una solitaria joven muda que tiene una vida muy rutinaria. Se despierta todas las tardes a la misma hora (trabaja de noche), prepara su comida, su colación, pasa a ver a su compañero de cuarto y luego se encamina a su trabajo. Todos las tardes, todas las semanas, todo el año.
Elisa trabaja haciendo aseo en un instituto de investigación aeronáutica, donde hay mucha actividad clasificada y secreta. Es plena guerra fría y el gobierno busca formas de facilitar la sobrevivencia del hombre en el espacio y, por supuesto, de ganarle a los rusos en la carrera espacial. A este lugar llega una criatura, un Hombre Anfibio (Doug Jones) encontrado en el Amazonas. La criatura, encerrada y encadenada, llama la atención de Elisa, la que de a poco tratará de acercarse y de entenderse con este «monstruo» que está a merced de los experimentos y la maldad del hombre,solo, nadie que lo proteja y sin poder hablar.
La Forma del Agua es una película imperdible, merecida candidata y ganadora en varias premiaciones en lo que va de la temporada, con 13 nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película, Director, Actriz Principal, Actor de Reparto, Guión Original, Música Original, Cinematografía. Por nombrar los más importantes.
Ahora, no necesariamente es buena porque tiene muchas nominaciones. Todos sabemos que los abuelitos del Oscar a veces nominan y premian películas sólo porque es políticamente correcto.
En el caso de La Forma del Agua, todas las nominaciones están correctas. El nivel de las actuaciones es sobresaliente, una Sally Hawkins logrando que Elisa sin palabras transmita, a la perfección, todos los niveles de emociones por las que pasa la protagonista. Richard Jenkins perfecto en su interpretación de Giles, el compañero de cuarto de Elisa, un homosexual que pasa sus días oculto tras los programas de televisión y en compañía de sus gatos. Michael Shannon, excelente como Richard Strickland, el Jefe de Seguridad, un villano cruel, racista, abusador y obsesivo.
La música es una protagonista más, hermosa, romántica, placentera y soñadora. Es simple y a la vez, tal como los personajes, transmite las emociones que la historia nos va haciendo sentir. A veces miedo, a veces amor, a veces placer. Y tan protagonista como la música, son las imágenes plagadas de color verde, ese verde agua que pareciera estar en todos lados. En los sueños de Elisa, en la ropa, en las paredes. Es como si el mundo fuera a volverse agua en cualquier momento, esa agua verde cálida que todo lo envuelve, esa agua protectora y salvadora que te entibia el corazón aunque afuera haga frío. Es como si el mundo de Elisa y del Hombre Anfibio fuese a volverse realidad de un momento a otro.
Y finalmente, si hablamos de la dirección, Guillermo del Toro logra un todo con esta película. Con un guión coherente une perfectamente los personajes con la música, el entorno, las imágenes, los acontecimientos y finalmente la historia. La mezcla de géneros se da con naturalidad, pasamos de la fantasía al romance, al horror y al suspenso casi sin darnos cuenta. De esta manera, Del Toro nos hace ver exactamente lo que él quiere que veamos, un cuento de hadas en medio de la realidad de la post guerra. Un cuento de hadas donde el príncipe y la princesa no son nada más que dos seres solitarios, con impedimentos y que lo único que necesitan es encontrarse, para poder estar completos, para poder ser felices.
Y nosotros? Bueno, los espectadores nos quedamos con un sabor agridulce. Podremos creer que, en un mundo de maldad, intolerancia, soledad e injusticia, el amor sí está detrás de todo eso. Sólo debemos saber reconocerlo, en la persona adecuada y en el momento adecuado.
Por Marisa Zúñiga