Johnny 100 pesos

Dirección: Gustavo Graef Marino

Guión: Patricio Lynch

Protagonistas: Armando Araiza, Valentina Vargas, Francisca Gavilán, Luciana Echeverría

20 años después de haber sido encarcelado por un asalto en donde todo salió mal, Juan García, alias Johnny 100 pesos, sale al mundo aparentemente rehabilitado. Quiere hacer las cosas bien, sobre todo una vez que descubre que tiene un hijo del que nunca supo. Juan quiere para su hijo el futuro que el no tuvo. Así empieza “Johnny 100 Pesos Capítulo 2”.

Inicio alentador, pensé. Pero engañador, pues desde ahí la película se pasea por distintos géneros y no se decide nunca si quiere ser una película de acción, mafiosos, relación-padre-hijo-que-acaban-de-conocerse, historia de amor, etc. Pero lo que sí es, es una película muy, muy pretenciosa, que quiere impactar con escenas nunca vistas en el cine chileno y diálogos que deberían dejarte marcando ocupado.

A partir del encuentro padre e hijo, y debido a los líos en que se encuentra su recién descubierto retoño, Juan se va sumergiendo cada vez más en un remolino de decisiones erróneas y actos criminales. Johhny 50 pesos (el hijo) es amigo de una millonaria flaite empobrecida y ésta le debe plata a Moni (sí, ese es el nombre del villano), así que han secuestrado a la hija adolescente de uno mas millonario que ellos.

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Johnny 50 pesos está encargado de vigilar a la secuestrada, pero poco a poco es manipulado por ella y comienza a cuidar que no le pase nada. A hacerse amigo y a sentir “algo más” hacia esta niña preciosa, con mucha perso y que le habla del síndrome de Estocolmo y de otros temas muy profundos. Mientras tanto Johnny 100 pesos sale en busca del dinero del rescate, no sin antes tener un tórrido e innecesario encuentro sexual con la amiga de su hijo.

“Johnny 100 Pesos Capítulo 2” tiene problemas de guión por donde se le mire. Personajes y situaciones muy poco creíbles, incluso rayando en lo ridículo y caricaturesco. Como botón de muestra, en cuanto a los personajes, está Moni interpretado por Juan Pablo Bastidas, el malo de la película. El villano de Bastidas es una mala caricatura de los malvados de película gringa, y no es que el guión no lo ayude, que no lo hace, es además que se para y dice sus diálogos como si estuviera actuando en una teleserie de después de almuerzo. Sus líneas son ridículas y salidas de marcha a favor o en contra de algo, es supuestamente más maldito que Darth Vader, pero escucharlo y verlo da más risa que una rutina de Coco Legrand.

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Como si todo lo anterior fuera poco, hay una secuencia de acción que quiere ser espectacular y que ocurre muy de noche en una convenientemente vacía Alameda, frente a la Moneda…ahí yo ya me quería cortar las venas. Y lo que viene después es simplemente menos creíble que discurso de político en época de elecciones. Pero no lo voy a contar porque sé que a pesar de todas las advertencias no va a faltar quien quiera verla, así que la dejo hasta ahí no más. Eso sí, que se sepa que de ahí para adelante la cosa empeora, si es que es posible.

En fin, si algo bueno puedo decir es que al menos Graef Marino trata de…naaah, no tengo nada bueno que decir. Lo siento Gustavo, tuviste 20 años para seguir con la historia de ese cabro de 17 años que nos contaste en 1993 y que además nos contaste súper bien. Aunque yo creo que la secuela se te ocurrió el año pasado, si no cómo no lograste al menos una película que tuviera algo de lo bueno que tuvo la primera, si líneas argumentales habían. Como última cosa Gustavo, te voy a dar un consejo: tuitea al viejito George Miller y pídele que te cuente como se hace una obra maestra que has tenido dos décadas para preparar.

Por Marisa Zúñiga