El estudio Laika se ha especializado en la producción de películas en stop motion, partiendo por su notable “Coraline” (2009), seguida de  “Paranorman” (2012) y “The Boxtrolls” (2014). Esta técnica, que se realiza mediante la animación fotográfica cuadro por cuadro de figuras modeladas, ya había sido vista antes en el cine, sobre todo como efecto especial. Laika ha logrado un nivel de tal maestría en este tipo de animación, que cualquier proyecto que ofrezcan en ese ámbito es bien recibida por el público, que además valora la suma de técnica y buenas propuestas de historias que se dan en sus películas.

Con esos antecedentes llega a los cines chilenos “Kubo y la Búsqueda Samurai” (2016), una historia ambientada en lejano oriente, que cuenta la historia de Kubo, un niño que a raíz de su origen, debe emprender la búsqueda de las piezas de una armadura samurái. El niño tiene una ocupación particular: es un contador de historias que, al ritmo de un instrumento de cuerdas, anima origamis en las calles del pueblo donde vive. Hay, entonces, algo mágico en él que viene de más allá de donde podemos ver.

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La depurada técnica de Laika para hacer su trabajo hace gala de sí misma en este filme. Las expresiones de las figuras nos hacen sentir que estamos ante seres vivos, que sienten, piensan y toman decisiones frente a nosotros. La historia es compacta y no da lugar a errores, y la moraleja (es una película pensada para un público familiar; la moraleja debe hacerse presente) queda clara y logra que conectemos con lo que está ocurriendo.

Sin embargo, la falla de Kubo es precisamente esa precisión, que hace que eventualmente, nos desvinculemos de la historia para centrarnos exclusivamente en las imágenes que nos están mostrando, sin permitir ni un parpadeo del espectador.

La historia, si bien jamás se desinfla, y sigue presentando los rasgos de oscuridad que tienen otras historias de Laika – “Coraline”, principalmente- en este caso no logra tener toda la progresión dramática que necesitamos, y nunca sentimos que nuestro héroe esté en verdadero peligro, como quieren hacernos creer.

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Con todo, la forma en la que se van resolviendo los conflictos es de una poética que pocas veces podemos ver en películas familiares. El tema central, relacionado con los afectos y la trascendencia del cada uno a través de los recuerdos, está presente y hace sentido en cada toma.

“Kubo…” es una película coherente que jamás pierde el hilo de lo que nos está contando. Esto es algo que nos vuelve a hablar de la tónica de esta productora, que tiene claro que hace películas para niños, pero que también sabe que los niños de hoy son un público exigente.

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“Kubo…” viene a ser el resultado de la progresión del estudio que la produce en cuanto a técnica e impacto visual, pero queda la sensación de que podríamos haber visto algo más en cuanto a sus personajes y a la historia que los une. Y es que en una película que hace todo correctamente, en todos los niveles, y cuesta mucho enganchar con cada uno de ellos. Tal vez, en este caso, menos era más.

 

Por Alejandra Pinto López 

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