Taylor Sheridan pasó de la actuación, con apariciones esporádicas en Walker, Texas Ranger, CSI o Sons of Anarchy, a la escritura de guiones (Sicario, Hell or High Water) y, ahora, salta a la dirección. Y, si bien esta no es la primera vez que dirige -ya lo había hecho con Vile (2011)-, si es la primera vez que está en la dirección de una historia propia.
Sus personajes principales son severos y reacios a dar cualquier cosa de forma gratuita, y se preocupan de simplemente poder continuar con sus vidas, aunque no siempre esto sea tan fácil como parece sonar.
Sus historias son concisas, ajustadas y directas. Historias de ejecutores de la ley en su espacio; una agente del FBI idealista (Emily Blunt) reclutada por fuerzas especiales de élite del gobierno para ayudar en la creciente guerra contra las drogas, en el relato de Villenueve, o un par de Rangers de Texas, en la narración de Mackenzie, persiguiendo a unos delincuentes que robaron bancos en sus territorios.
Pero a pesar de lo apretado de las historias, éstas siempre acarrean algo de fondo: los dudosos procedimientos del FBI y la violencia del mundo que envuelve al tráfico de narcóticos, convirtiendo a gente común en narcotraficantes; Un capitalismo agobiante que, a través de una amenaza hipotecaria, empuja a un par de personas a una vida de crimen; La desconexión de los lugares más apartados, el racismo, el aislamiento, etc.
Es así, con Wind River, como Sheridan llega a la tercera entrega de su trilogía de Westerns actuales. De historias con violencia abrupta y sorprendente, pero violencia que se asemeja a la realidad en que vivimos, no en busca de la glorificación estilizada y sin sentido persé de Hollywood.
Sheridan es un expositor de lo olvidado, de lo fronterizo de la sociedad Estadounidense, extensible a muchas otras sociedades a través del globo (nosotros mismos, con los altercados Mapuches del Sur de Chile, por poner un ejemplo). No parece coincidencia, entonces, que sus filmes están ambientados en la frontera de México, el olvidado oeste de Texas, o en la lejana reserva india de Wind River en Wyoming. Lugar donde, tras una hermosa -y terrible- escena de apertura, conoceremos a un rastreador veterano del Servicio de pesca y vida silvestre (Jeremy Renner) que ayudará a una agente del FBI (Elizabeth Olsen) a investigar el asesinato de una joven indígena estadounidense.
La fotografía (Ben Richardson), con aires de Fargo, y la música, a cargo de Nick Cave y Warren Ellis, contribuyen, en conjunto con las buenas actuaciones de Jeremy Renner y Elizabeth Olsen, y las excelentes interpretaciones de actores de ascendencia indígena, sobre todo Gil Birmingham como un padre afligido, a generar una película atrapante y, en más de una ocasión, angustiante.
Decir que aún así, que Wind River no cuaja del todo y me queda la sensación de que es por el ensamblaje, debido a que noté un par de errores, a mi parecer de edición. Aún así, esa percepción de que el armado final no está bien realizado, que me dejó la puesta en escena, no logra arruinar el todo y esta cinta se transforma en una de las mejores de este año, es una película independiente excepcional que termina subrayando el nombre de su director, Taylor Sheridan, y dejándonos atentos a sus próximos proyectos.
Director: Taylor Sheridan
Guionista: Taylor Sheridan
Protagonistas: Kelsey Asbille, Jeremy Renner, Julia Jones, Elizabeth Olsen, Jon Bernthal